miércoles, 2 de junio de 2010

Relato sobre unos quince minutos sentada en una galería en 18

Hay una señora gorda como una paloma en su comercio que es como una mercería dentro de una galería de 18 de julio, frente a otro comercio de otra señora igual de paloma que tiene un comercio de venta de pelucas, extensiones, apliques y demás: antiguas, tenebrosas con olor a naftalina.
La mercería de la señora con forma de paloma tenía miles de pinzas de pelo pasadas de moda y con costra de años, cremas y productos Avon, carteles por todos lados de AVON, accesorio como collares, broches, brochecitos, flores, vinchas en maniquíes viejos sin nariz, adornos tipo cajitas sin ninguna utilidad de colores naranja y verde fosforescente, anillos fantasía con seudo diamantes, colgantes con diseños de Power Ranger para el baño de los niños y de Barbie para el de las niñas, de hace mil años, amarillos y adheridos a la pared, y una escalera con una tímida guirnalda de navidad a punto de ser colgada en la entrada.
Ella esconde las bolsas del supermercado debajo del mostrador; sobresale una baguette, guarda el taper con el almuerzo en una bolsa mientras la vecina del comercio de las pelucas le pregunta si ya comió algo. En eso, la hija de esta última llega justo, con un peine en la mano y mira con desprecio a su madre y a la otra señora, y a mi, todas gordas como palomas embarazadas.
En la galería hay también dos amigas super modernas y freak sentadas en un banco sacándose fotos y cagandose de risa. Pasa una mujer exuberante, caminando de pantalones cebrados, tacones de charol de Chic Parisien y lentes negros igual que su cabellera, que me hizo acordar a un aplique de cola de caballo que esta expuesto en la vidriera de la señora de las pelucas.
Un señor canoso pasa muy apurado y me abre dos bolas celestes levantando la cejas, lo correspondo con una mirada cómplice, mas al costado una joven señora de pelo canoso prepara su puesto de venta de artículos de navidad junto con una ayudante que mandonea de forma irritante e insita a hacer infinidades de tareas: saca acá, pone allá, cuidado, tenéme, no toques; el lugar es un kilombo.
Se siente una música de fondo. Me acerco a investigar porque mi oído me lleva y descubro una casa de venta de discos de pasta, cassettes, cds; todos artículos de audio entreverados con videojuegos, discos vírgenes y posters de Harry Potter; me alucino al ver un disco de pasta de Amy Winehouse y miro para dentro y dos punkies un tanto pasados de moda están peludeando al ritmo de una música que no puedo distinguir pero me encanta.
Un chico de lentes grandes y trasparentes pasa y mira el panorama y se caga de risa, yo me río y todos nos reímos.
Después pregunté el precio de un anillo divino en una casa de venta china de chucherías pensado en lo miserable que se debe de sentir la señora de la mercería, lo triste de la mirada de la hija de la señora de las pelucas, el faso que se deben de haber fumado las freaks, lo sola que esta la señora canosa y en que punk no se hace, se nace.
En fin, me fui contenta, con mi termo debajo del brazo y su nuevo tapón porque por él me decidí a salir de casa después de una semana de cautiverio.
La vida es una oportunidad.